miércoles, 5 de octubre de 2011

Reunión con Fafner y Fasolt

Asistí ayer a una reunión convocada por una institución en la cual al momento de ruegos y preguntas, dos miembros del público asistrente comenzaron a lanzar acusaciones contra esa institución y contra al presidente regional de la misma. Las acusaciones versaban fundamentalmente sobre el quebranto constante, según ellos, del presidente regional de una serie de principios. ¡Qué comience la diversión!
El presidente regional podría ser Wotan cuando rompe los pactos inscritos en su lanza, y los dos miembros del público los gigantes que cambian a Freia por el resplandeciente oro del Rin. Estos gigantes llegarían a matarse si fuese menester por el uso de ese oro por divergencias de criterio. Las acusaciones son un tanto infundadas por la nimiedad de las mismas, ya que los gigantes nunca se caracterizaron por su gran inteligencia.  
Para aclarar el entuerto del simil lo mejor será despejar las incógnitas de este algoritmo aquí planteado. La asociación es la Iglesia, los gigantes dos clérigos díscolos a la par que herejes, el Wotan regional el Obispo.
Estos gigantes acusan a Wotan de romper pactos absurdos y aún encima se regodean de su actitud. El abandono de Freia por el oro es una realidad recurrente en el tiempo actual, cambiamos la salus animarum por la programación, la estadística, la psicología barata, etc. El cambio de Freia por ese oro es la apuesta por tesis pelagianas o semipelagianas en el mejor de los casos, dejando de lado las manzanas doradas que alimentan a los dioses que es la gracia divina que se niegan a invocar. La apuesta por ese oro maldecido por Alberich sólamente acarrea la muerte a aquel que lo posee. Cuando los miembros de la Iglesia cambian la gracia por la gestión acarrean la muerte para ella.
Tras la asistencia a semejante reunión lo único que faltó fue el fratricidio gigantil. A pesar de esta ausencia la atmósfera que quedó llena de bochorno y agobio estaba necesitada del Heda-hedó de Donner para limpiarla. Como católico-wagneriano imploro un Donner que limpie esta atmósfera para no acabar ahogados por la hediondez de la herejía. Si nos dejamos llevar por el amor al oro las consecuencias son claras, bastará preguntarle a las Nornas cuya identidad ya revelaré.

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